La figura del Sindico o Defensor del Vecino no parece haber calado en la ciudadanía como hubiera sido deseable. Todos entendíamos que su labor habría de ser la protección de los derechos de la ciudadanía y a la vez cooliderar reivindicaciones vecinales realmente racionales. Pasados varios años, desde la implantación de la figura del Síndico, creo percibir una cierta frustración de todos aquellos que vieron en él una tabla de salvación de su malestar hacia el Ayuntamiento.
Su defensa del ciudadano, en muchos casos, lejos de cumplir su teórico objetivo de la defensa de los intereses de las personas, se convierte en un escudo del Gobierno municipal. Se tiene la percepción que es un instrumento más del Gabinete que dirige la ciudad. Resulta incapaz de colocarse al frente de reclamaciones ciudadanas de lo más razonables y a la vez justas. Ha tenido en sus manos cuestiones tan importantes como el malestar de ciudadanos debido al gran ruido que producía el ocio nocturno y su respuesta ha sido el traspasar la solución, si es que la hay, al Consejo Social de la ciudad. También el Plan Renove, que tanto malestar ha creado y sigue creando, ha pasado por sus manos y nada se le ha escuchado públicamente. Recientemente ciudadanos que protestaban por la privatización total de los gimnasios les ha negado "el pan y la sal". Aunque lo más sangrante es que la oficina donde se encuentra su central de operaciones tiene horario restringido algo demasiado desconcertante ya que debe estar al servicio del ciudadano y no el ciudadano a su servicio. Los sábados es el mejor día para que los vitorianos nos acerquemos a los locales, algo que debería ser considerado para que las puertas esten abiertas al público. Ser considerado servicio público debería llevar aparejado un horario acorde a la realidad. El Defensor del Vecino no es un funcionario más es o debería ser la voz del ciudadano a tiempo real no a tiempo funcionarial. Es hora de que se haga una seria reflexesión acerca de la continuidad de un servicio que se cuestiona de una manera creciente entre los ciudadanos. Supone una gran carga en los presupuestos de la ciudad cuyos resultados son bastante pobres.
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