lunes, 5 de marzo de 2012

3 DE MARZO

3 DE MARZO
Hace 36 años Vitoria fue escenario de un trágico suceso, cinco ciudadanos murieron en una intervención muy desafortunada de la policía. Su muerte no me cabe duda que causó y continúa causando un profundo dolor en sus familias. La pérdida de cualquier ser querido es motivo más que suficiente para llevar durante toda la vida una pena muy profunda en el corazón. Ya nada es igual sin la presencia de la persona amada.

Lo ocurrido aquella tarde soleada, casi primaveral, del 3 de marzo de 1976, nunca debió ocurrir. Fue un grave error la contundente intervención policial. Los mandos de la ya desaparecida Policía Armada no supieron valorar el alcance de unas órdenes muy discutibles, aunque a mi entender muy erráticas. El gran número de personas concentradas, en los alrededores de la iglesia de S. Francisco de Asís, desaconsejaba cualquier tipo de actuación que llevase aparejado el uso de la fuerza.

Ocurrió lo que en toda lógica debía ocurrir. Las fuerzas del orden cuando intentaron disolver la gran concentración de personas se vieron desbordadas, nerviosas y con miedo, reaccionaron con una contundencia desaforada. El resultado no pudo ser más doloroso para todos. Fueron cinco las víctimas mortales que cayeron en el frío asfalto. Su vida en un segundo había desaparecido. Cinco personas que ya no nos acompañarían en el transitar hacia la democracia. Cinco ciudadanos que se les privó para siempre de disfrutar con su familia de la vida. Cinco hombres que permanecerán en la memoria colectiva de la ciudad. Todos les debemos un respeto. Nadie tiene ningún derecho a instrumentalizar su muerte como bandera ideológica. Quien así lo pretenda estará ensuciando su memoria. Que es la de todos.

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