domingo, 18 de septiembre de 2011

MÁS AYUDAS

La reestructuración y redefinición o lo que es lo mismo poner orden a las ayudas sociales, que el Gobierno de Vitoria ha emprendido, está levantado un gran huracán político en el Ayuntamiento de la capital. Los grupos de la oposición, en una alianza atípica y anti natura, han criticado los métodos para luchar contra el creciente timo en el cobro de las prestaciones a los más necesitados. A pesar de esa disconformidad se está poniendo de manifiesto la sintonía entre la ciudadanía y el gobierno municipal. Las acusaciones por parte de socialistas y nacionalistas de actuar con carácter populista y generador de un sentimiento discriminatorio son infundadas.

Lejos de quejas, a toda luz viscerales, hay que situar en un primer plano lo que en realidad está sucediendo. La generosidad de las instituciones ha contribuido a fomentar la picaresca. El fraude, en los últimos tiempos, se ha incrementado de forma exponencial, aunque se negaba por parte de quienes lideraban la ciudad hasta el pasado mes de mayo. El malestar de la ciudadanía era evidente. Se reclamaba y reclama de forma urgente una justicia social que pasa por dificultar a todos aquellos que se burlan de la bondad de los ciudadanos.

Desde el Gobierno Vasco se está actuando con exquisita sensibilidad y con un claro objetivo, boicotear a los estafadores. Se endurecen las condiciones para acceder a las ayudas, pero compatibles con la solidaridad. Además la refuerzan tratando de que se beneficien el mayor número posible de las personas que las necesitan realmente y sin recortar las cuantías presupuestadas. El Gobierno de esta ciudad, en clara corresponsabilidad con el ejecutivo autonómico, refuerza las nuevas normas con la finalidad de perseguir el fraude. Una responsabilidad de obligado cumplimiento para cualquier gobierno comprometido con la sociedad.

Interpretar esta estrategia dirigida contra los estafadores sociales como algo negativo y falto de sentimiento es todo un despropósito. A nadie sensato y racional le gusta que nuestros recursos vayan a parar a manos de timadores que, con su actitud delictiva, sin escrúpulos y obscena, condenan a personas carentes de recursos a una profunda indigencia.

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